
Cultura del Pensamiento
El alumnado del siglo XXI debe estar preparado para enfrentarse a un futuro cambiante e incierto. El aula debe convertirse en un lugar donde se priorice al alumno, se lo escuche, se los motive a expresar lo que sienten, piensan y saben. Una cultura del pensamiento continuo en la que se retroalimenten en forma constante. Por ahí debemos comenzar a mirar para transitar el cambio.
¿Qué es la cultura del pensamiento?

El alumnado del siglo XXI debe estar preparado para enfrentarse a un futuro cambiante e incierto. Dada esta complejidad, los problemas a los que se enfrentan nuestros alumnos consisten en pensar cómo superar las dificultades. Los niños se habitúan a la ambigüedad, por eso, necesitamos generar niños flexibles, que sepan realmente como pensar, que no solo estén preparados para el trabajo, sino que para muchos. Además, deben ser creativos y pensadores críticos. Los niños, deben habituarse a la ambigüedad, y para eso, deben aprender a ser flexibles en esas circunstancias
La educación actual no permite hacer esto realidad, no está creando la motivación, el interés y los resultados que debería esperarse para la sociedad actual. Se genera, además, una cultura del “mínimo esfuerzo” que conlleva un “conformismo” al que no podemos permitir que se habitúen. Por eso, la cultura del aula es muy importante, ya que, como docentes, transmitimos muchos mensajes: cómo es la escuela, cómo son los aprendizajes, qué significa ser inteligente, historias sobre lo que se considera aprendizaje.
Nuestras palabras o mensajes, como docentes, son clave a la hora de constituir una cultura educativa, la cual debe ser una cultura educativa de empoderamiento, comprensión y compromiso.
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Según Ron Ritchart (investigador asociado del Proyecto Zero de la Universidad de Harvard e impulsor de este movimiento), un elemento clave es la cultura. La cultura se compone de los mensajes, los valores y las prácticas que transmitimos a nuestro alumnado.
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La cultura tradicional en educación ha sido una cultura de obediencia, de trabajo y de orden. Ritchart argumenta que es necesario fomentar una cultura de participación, pensamiento crítico y empoderamiento.
En una cultura de pensamiento, los estudiantes reconocen que el pensamiento colectivo e individual es valorado, visible y promovido activamente como parte de la experiencia diaria de todos. Este tipo de cultura puede darse en cualquier espacio donde el aprendizaje juega un rol importante siendo, el objetivo esencial de esta cultura, llegar a una buena comprensión del aprendizaje.
Se centra en desarrollar habilidades de pensamiento crítico, creativo y metacognitivo en los estudiantes. Se basa en la idea de que los estudiantes no solo deben aprender hechos y conceptos, sino también desarrollar la capacidad de pensar de manera crítica y profunda sobre los mismos.
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La cultura del pensamiento se enfoca en desarrollar habilidades como:
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La observación atenta y la descripción precisa
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La exploración y el análisis de múltiples perspectivas
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La identificación de patrones y relaciones
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La formulación de preguntas claras y significativas
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La construcción y defensa de argumentos propio proceso de pensamiento
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Las estrategias de la cultura del pensamiento se aplican en el aula a través de actividades que fomentan la participación activa de los estudiantes, el diálogo, la retroalimentación y la reflexión. Estas estrategias pueden ser utilizadas en todas las materias y niveles educativos, y se basan en la creencia de que el aprendizaje es un proceso social y constructivo en el que los estudiantes tienen un papel activo en la construcción de su propio conocimiento.

Para crear una cultura del pensamiento en el aula, éste se debe convertir en un lugar privilegiado para fomentar y profundizar el pensamiento y las experiencias de aprendizaje, en el que se encuentren involucrados todos los alumnos. Se debe fomentar una cultura en la que el pensamiento individual y de grupo se haga visible (Ritchhart, 2014) de forma activa en las experiencias cotidianas. Ese es el objetivo del proyecto Visible Thinking.
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Ya en los años sesenta del siglo pasado Bruce Clark ya decía que se debía dejar de dar información en el aula y formar mentes capaces de pensar por sí mismas. Para eso, apelaba a la responsabilidad del docente:
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La ignorancia es peligrosa, pero el conocimiento sin responsabilidad puede ser más peligroso. Más que dar información, un maestro necesita ayudar a guiar la mente de un estudiante para pensar, e incluso más allá de eso, para ayudarlo a moldear su carácter. Dar información es fácil. Formar una mente pensante es difícil. Y formar un personaje fuerte es lo más difícil de todo, en parte porque debe ser formado principalmente desde adentro. Dar información es solo el comienzo de la responsabilidad de un maestro; el fin es estimular, excitar, motivar, levantar, desafiar, inspirar.
(Clark, 1965, p. 28)
Los buenos pensadores no sólo tienen habilidades de pensamiento, sino que tienen algo más (motivaciones, actitudes, valores y hábitos mentales) que juegan un papel importante en el buen pensamiento y son los que determinan el buen uso de las habilidades cuando es necesario.
Entonces, si desde la escuela queremos dar respuesta a los cambios de la sociedad, los docentes debemos preparar a nuestros alumnos para ello, para que se enfrenten satisfactoriamente a su vida.
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El objetivo de enseñar a pensar es el de preparar a los alumnos para que, en el futuro, puedan resolver problemas con eficacia, tomar decisiones bien meditadas y disfrutar de toda una vida de aprendizaje (Perkins y cols., 1997). Por lo que, desde mi punto de vista, es necesario ese cambio pedagógico que responda a las necesidades educativas del siglo XXI, siendo el rol del docente un punto clave para el desarrollo de esta metodología innovadora en el aula. Su papel es fundamental como orientador pero, sobre todo, como motivador de los alumnos cuando demuestran que sus procesos de pensamiento están evolucionando.
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¿Estamos formando al alumno que pide la sociedad del siglo XXI?*
En muchas ocasiones le decimos a nuestros alumnos que piensen. Y cada vez somos más lo docentes conscientes de la necesidad de enseñar de forma sistemática, estructurada y visible a pensar, contribuyendo a que sean cada vez más competentes en las capacidades de aprender a aprender.
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